La gestión colaborativa se está posicionando como paradigma en las organizaciones como vía para un ser y hacer más coherente, sostenible y para esto se necesitan “buenas personas”. Soledad Candia, directora de Lideramujer, comparte sus reflexiones en la siguiente columna.

Seguro conoces a más de una persona a la cual confías tus sueños y tus ideas más locas, de esas personas que son capaces de escuchar atentamente sin enjuiciar tu relato, es más, te animan a seguir adelante con tus sueños y te llenan de seguridad para atreverte a dar pasos para hacer realidad aquello que te apasiona y que logra hacer brillar tus ojos cuando lo cuentas.

Son de esas personas que la gente se alegra honestamente cuando se encuentran y las abrazan con un cariño cercano, como si no hubiese pasado tiempo de la última vez que las vieron. Esas personas que te iluminan el día cuando te escuchan haciéndote sentir que lo que cuentas es lejos lo más interesante en ese momento, que te escuchan con todo el cuerpo y el alma, que te dan un consejo lleno de humildad. Que se ponen al servicio con su experiencia compartiendo solidariamente lo que saben sin esperar retribución. Esas personas a las que realmente les importan todas las personas. Esas evidentes ¨Buenas Personas¨.

Por otro lado, el mundo está lleno de aquellos otros que te frenan con muchos fundamentos, antes de que incluso hayas terminado tu relato y que pueden dejarte con la sensación de que es mejor no mover ni un dedo para cambiar nada de lo que ya has logrado y menos perder; ni tiempo, ni dinero en perseguir un sueño. Por qué podrías sonar muy hippie o muy inocente para esta época.

La vida profesional se mueve siempre entre estos dos mundos, uno lleno de posibilidades inimaginables para explorar y desarrollarse, que nos puede llegar a asustar por todo el desafío que significa, como tener la voluntad de transformarse para moverse de la famosa zona de confort que por lo demás nos ha costado tanto construir. Y ese otro mundo muy seguro, pacífico, sin sobresaltos, pusilánime, a veces casi automático. Y es en este último que generalmente se pierde el sentido al menor análisis reflexivo que pudiéramos iniciar.

Sin duda requiere mucha valentía modificar las creencias, los juicios, y las formas de estar y entender el mundo para incorporar nuevas tendencias o desafíos de cómo avanza la sociedad y las necesidades de esta, para estar a la vanguardia de una vida más plena o al menos sostenible.

La rigidez, lo lineal, lo jerárquico y las estructuras se desarman cada año, mostrando la debilidad que tiene la constante competencia entre las organizaciones y sobretodo entre las personas. Nuestros referentes de gestión se vuelven cada vez más circulares, más transversales y nos proponen la colaboración como única forma de preservar nuestro valor profesional. La gestión colaborativa, la mirada integral de las profesiones como abanico de mejores y más innovadoras soluciones, parecen estar siendo no solo más sanas para el desarrollo de las personas y su evolución profesional en cuanto a competencias, sino también mucho más productivas y sostenibles.

Hoy la tecnología nos obliga a ser más humanos para diferenciarnos y reconvertirse profesionalmente para seguir vigentes. Pero, si esto es complejo de lograr de manera individual, es aún más difícil lograr poner de acuerdo en una organización. Deconstruir las arraigadas, normalizadas y antiguas formas de gestionar, sobretodo desde los liderazgos cada vez más cuestionados, justamente por la falta de coherencia con lo que prometen a sus clientes o usuarios, y lo que generan al interior de sus equipos; además de la casi nula flexibilidad para ir adoptando las necesarias transformaciones para construir colaborativamente a escala humana, los procesos y las relaciones que necesitan las organizaciones de hoy.

Entonces es imperativo desarrollar talentos asociados a buenas prácticas colaborativas y adaptativas, identificar perfiles de profesionales que destaquen en la manera en cómo se relacionan en equipo, y cómo generan o aportan a un buen ambiente laboral, aquellos que son capaces de ir más allá de lo que se les pide contractualmente, que no solo hacen bien su trabajo técnicamente, sino que también hacen sentir bien a quienes comparten en sus espacios no solo laboral, sino también en su espacio personal y disfrutar de ambos en armonía y conciliación.

Esas personas reflejan ser buenas personas, por lo tanto, son también buenos profesionales y son los que impulsan a las organizaciones a buscar alternativas innovadoras, incorporando la diversidad como un valor, asegurando la sustentabilidad y productividad de la economía en cualquier sociedad.

Soledad Candia

Directora de Lideramujer

Visítanos en www.lideramujer.org

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