Este 14 de enero, conmemoramos la publicación de la Ley 9.292 que establece el derecho a voto de las mujeres en las elecciones parlamentarias y presidenciales en Chile, además de permitir el poder presentarse a elecciones para ocupar alguno de estos cargos. Fue publicada en 1949 producto de la gestión de distintas organizaciones femeninas coordinadas para conseguir el sufragio universal e igualitario.

A 74 años de este hito, recordamos la lucha de las mujeres por el acceso a sus derechos y la búsqueda de igualdad que aún persiste. El poder votar significó nuestra entrada al mundo político y democrático del país y el ocupar cargos y puestos de liderazgo tanto en la esfera administrativa como laboral, fue un importante avance en el posicionamiento de la mujer en el espacio público. Nos hicimos parte de este lugar, por medio del activismo y el carácter emancipatorio y reivindicativo de las demandas de las mujeres de la primera mitad del siglo XX.

En la actualidad, las distintas organizaciones representativas de las problemáticas femeninas, trabajan en visibilizar y erradicar la violencia de género y acortar las brechas que separan a hombres y mujeres en distintos niveles. De acuerdo al Índice Global de la Brecha de Género, en Chile existe una diferencia de 73.6% entre las oportunidades para hombres y para mujeres. Esta herramienta mide el tamaño de la brecha de desigualdad en términos de participación en la economía, el mundo laboral, política, acceso a la educación y esperanza de vida.

Una de las expresiones de esta desigualdad, se observa en la disparidad de ingresos por el mismo trabajo realizado. En la Encuesta Suplementaria de Ingresos de 2020 del Instituto Nacional de Estadísticas, se determinó que ese año, las mujeres ganaron en promedio un 20,4% menos que los hombres. 

A lo anterior se suma una de las demandas más importantes que es el cese de la violencia de género: a nivel global, se estima que alrededor de una de cada tres mujeres, ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, de acuerdo a cifras de la ONU. Mientras que en Chile, 2 de cada 5 mujeres de entre 15 y 65 años, señalan haber sido víctimas de violencia alguna vez en su vida, según los resultados de la Encuesta de Violencia contra la Mujer en el Ámbito de Violencia Intrafamiliar y en Otros Espacios 2020 (ENVIF-VCM). (Ver artículo: No a la violencia de género: Día Internacional de la Violencia Contra la Mujer).

Es por estas razones que cada 8 de marzo se convocan a mujeres de todos los sectores, quienes se reúnen en una marcha multitudinaria y global para exigir igualdad en el acceso a derechos y oportunidades, para denunciar y requerir la erradicación de la violencia y los roles de género. 

Organización y sentido de las demandas

Cuando las mujeres se movilizaron para obtener el derecho a voto, esta lucha no solo fue de carácter material, si no que también a apuntó a una transformación simbólica relacionada con la categorización de roles que confiere la superioridad de hombres sobre mujeres, como explica Diamela Eltit en Crónica del Sufragio Femenino en Chile de 1994. 

Las demandas femeninas fueron difundidas por organizaciones como el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile y la Federación Chilena de Instituciones Femeninas, las cuales conforman algunas de las primeras formaciones de mujeres coordinadas para exigir el sufragio universal. 

Su estrategia fue educar y concientizar sobre la necesidad de las mujeres para acceder a sus derechos. Por medio de campañas públicas en folletos y artículos de prensa, compartieron los argumentos de sus demandas. 

Quienes iniciaron este movimiento fueron mujeres de las clases medias altas que accedieron a la educación superior luego de ser publicado el Decreto Amunátegui en 1877, donde se estableció que las mujeres podían realizar estudios universitarios. Este momento se entiende como un punto de partida concreto y nítido en la lucha reivindicativa por los derechos civiles y políticos de la mujer. (Diamela Eltit, 1994).

Hoy, la lucha femenina está integrada por distintas voces que apelan al reconocimiento de las diversidades y también a la inclusión de los grupos más subordinados frente al machismo, racismo, colonialismo y clasismo.

Como LideraMujer compartimos estas demandas y nos sentimos unidas a quienes trabajan por equiparar oportunidades, abrir espacios de inclusión y acortar las brechas de género en todos los ámbitos donde se encuentra presente.